¡Malditos exámenes! Seguro que todos los alumnos del mundo han realizado esta exclamación en algún momento de sus vidas como estudiantes. Lo que no imaginarán ellos es que también los docentes, cada día más, opinamos que los exámenes escritos tradicionales son una fuente de complicaciones para nuestras ya de por sí complejas vidas profesionales.
Además del tiempo que nos supone la preparación y posterior corrección de los mismos, hay que añadir toda una serie de elementos que contribuyen a que esta actividad, tan normalizada en todas las escuelas, esté siendo objeto de revisión periódicamente por los profesionales de este sector. No es mi objetivo extenderme aquí, una vez más, en el necesario cambio metodológico que necesita nuestro modelo actual de escuela. Es cierto que se está produciendo, y cada vez son más las aulas en las que ya no se trabaja de un modo tradicional, siendo las lecciones magistrales sustituidas poco a poco por nuevas metodologías más acordes con lo que la sociedad presente y, sobre todo, futura nos demanda. También es totalmente cierto que se están introduciendo nuevas y variadas herramientas para la evaluación, pero no es menos cierto que todavía se percibe una fuerte resistencia a eliminar definitivamente el examen escrito tradicional. Incluso, a pesar de convivir con distintos instrumentos de evaluación, éste sigue teniendo un peso específico mucho mayor que cualquier otra herramienta, a la hora de calcular y baremar la nota que un alumno obtiene en una determinada área. Pero ése no es el tema que me ocupa en este post...
Apenas hace unos pocos años, hablo de un periodo entre 4 y 5 cursos, en el centro en el que yo trabajo había una costumbre establecida que nadie se cuestionaba: cuando un profesor corregía un examen y lo repartía a sus alumnos, estos se lo llevaban a sus casas para que sus padres lo pudieran ver, explicarle los errores, saber las notas que sacaba... Y luego, en la siguiente sesión, nos lo devolvían a clase firmado por los progenitores, para que el maestro comprobara que, efectivamente, lo había llevado a casa y enseñado. Sin embargo, esta situación se ha invertido por completo y, ahora mismo, la decisión del claustro es prohibir rotundamente que los exámenes puedan salir del colegio. Si algún familiar quiere ver el examen de su hijo, tiene que pedir cita y venir a la propia aula. ¿Qué ha pasado estos años para que se haya llevado a cabo un cambio tan drástico?
Personalmente, tanto desde el punto de vista del maestro, como desde la visión que tengo ahora como padre de dos niñas que están en Primaria empezando a hacer sus primeros exámenes, optaría por que los exámenes pudieran llevarse a casa. Sin embargo, no soy ajeno a toda una serie de problemas y situaciones que se están dando cada vez con más frecuencia. Por ello, en la tabla que aparece a continuación, voy a plantear los problemas que nos están surgiendo junto con alguna solución que yo creo que se podría dar. Imagino que no seré el único que se encuentra en esta situación. También supongo que aquí no seré capaz de recoger todos los impedimentos que se hayan dado en todas partes. Pero sí espero que pueda servir de reflexión para todos.
PROBLEMAS | SOLUCIONES |
Exámenes que se "pierden" y no vuelven a casa | El problema es serio, porque a la hora de demostrar una nota, no hay manera de hacerlo. Se trata de su palabra contra la nuestra. Una posible solución para este hecho sería volver a hacer un nuevo examen del tema (diferente al anterior), aunque esto tiene la pega de que nos supone más tiempo para el profesor. También para evitar que se convierta en una segunda oportunidad para el alumno, la nota máxima que puede obtener en esta repetición de examen sería un 6. Y otra medida a tomar sería que, aquel que no devuelva dos exámenes a clase, perderá el derecho a llevarse ningún otro examen a casa. |
Familias desestructuradas. Padres separados y el alumno cada vez muestra el examen a uno de ellos. | Aunque esta situación es cada vez más frecuente, tampoco debería ser un impedimento para nosotros. Legalmente, si alguno de los padres solicita por escrito que se le entregue una copia del examen, sabemos que estamos obligados a hacerlo. Y en el caso de que no exista esta solicitud, debería darnos igual a quién se lo lleva, ya que lo importante es que haya un seguimiento por parte de alguno de ellos. |
En diversas ocasiones, nos hemos dado cuenta de que hay familias que solamente quieren el examen para comparar la corrección con la de algún compañero, fijándose especialmente en si el maestro ha corregido distinto el examen de uno y el de otro. | No me molesta en absoluto que los alumnos me digan que me he equivocado corrigiendo algo. De hecho, es algo que puede suceder y en alguna ocasión me ha sucedido. Evidentemente, no está hecho con mala intención ni con la idea de perjudicar a un alumno al que se le "tiene manía". Equivocarse es humano, y cuando llevas un buen rato corrigiendo y ya has visto unos cuantos ejercicios, puede pasar que se dé algún error. Ahora bien, para evitar que haya divergencias entre unos ejercicios y otros, es muy importante que tengamos claras unas pautas de evaluación, así como los criterios de corrección del examen. En ese caso, si los aplicamos correctamente, cualquier error será excusable. Y, de ese modo, dudo mucho que ninguna familia, por muy mala intención que tenga, pueda acusar de nada al maestro. |
También se da la situación de familias que se fotocopian el examen para guardarlo y usarlo con los hermanos pequeños, ya que en ocasiones éste no cambia de curso en curso | Aunque el uso que están haciendo las familias de un examen no es el adecuado, creo que aquí los culpables somos los maestros. Hemos tendido a utilizar los materiales de apoyo que nos brindan las editoriales, entre ellos las propuestas de exámenes. En algunas ocasiones, de la propuesta original se ha suprimido o cambiado una o dos preguntas, pero una vez hecho esto, el examen lo guardamos para el curso siguiente. La solución es sencilla: curso nuevo... ¡examen nuevo! Que nuestra comodidad no suponga un factor perjudicial para el proceso de enseñanza, por favor |
Importancia que, todavía hoy en día, tienen los exámenes escritos tradicionales. El peso específico que se le da a la hora de computar las calificaciones es prácticamente definitivo. | Por mucho que ya estemos intentando "vender" a las familias que los exámenes no son todo, no podemos negar que todavía son mucho. Espero que progresivamente todos los docentes vayan subiéndose al carro de diversificar los instrumentos de evaluación, se imponga la implantación REAL de los estándares de aprendizaje, y llegue el momento en que tenga el mismo peso un examen escrito que una exposición oral o la realización de un vídeo. |
Antes de escribir esta entrada, he estado buscando por la red si hay algún otro post que hable de lo mismo, tratando de documentarme para conocer otras opiniones y otras situaciones. Yo no lo he encontrado, pero me gustaría que el mío sirva de inicio para otras reflexiones. Podríamos compartir en los comentarios qué hacéis en cada uno de vuestros colegios, cómo tratáis este tema (si es que os lo habéis planteado). Así conseguiríamos crear una entrada constructiva y, tal vez, útil para arrojar algo de luz a los que no sabemos muy bien qué hacer al respecto. De antemano, gracias por vuestras aportaciones.
Ya hace tres años que escaneo los exámenes de mis alumnos una vez corregidos y les entrego a ellos los originales para que puedan repasar sus fallos. Por supuesto, mis exámenes son originales y cambio las preguntas cada año. No tengo ningún problema, todo resulta natural y es una parte más del proceso de aprendizaje
ResponderEliminar¿Y dejas que se los lleven a casa? Gracias por tu comentario
EliminarHace años que envío los controles de mis alumnos de primaria a casa para enseñarlos y que los traigan firmados al día siguiente. No solo lo consideraba una buena opción para que los padres tuvieran un seguimiento directo del aprendizaje de sus hijos sino que ello servía para que los niños se motivaran y pudieran mostrar con orgullo el resultado de su esfuerzo. Jamás he tenido una mala respuesta, ni correcciones por parte de los padres que, por el contrario, han agradecido el detalle. Ahora, en el colegio me advierten de que no puedo hacerlo y me siento muy contrariada por no poder utilizar un recurso, para mi, muy valioso. Que puedo hacer?
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