Uno de los conceptos más repetidos por los gurús de las TIC es éste de "nativos digitales" y, con toda certeza, los que estáis leyendo está entrada lo habréis oído más de una y dos veces. En cualquier caso, como no es el objetivo de esta entrada presentaros el concepto, os dejo aquí un enlace al artículo de Marc Prensky que lo inició todo, por si alguien tiene interés en acudir a la fuente original:
Marc Prensky: NATIVOS E INMIGRANTES DIGITALES
Y si no le conocéis, en el siguiente video os lo presento en persona:
Y si no le conocéis, en el siguiente video os lo presento en persona:
En mi humilde opinión, este concepto es muy apropiado para referirse a unas generaciones de niños y niñas que desde el mismo momento de su nacimiento están rodeados de tecnología por todas partes, y que tienen a su alcance una grandísima cantidad de recursos y dispositivos para realizar múltiples tareas. Por ello, están absolutamente familiarizados con estas herramientas, nada de ellas les es ajeno. Muchos de nosotros nos sorprendemos viendo cómo son capaces de manejar con muy pocos años de edad, móviles y tabletas con sus diminutos deditos. Y si nos remotamos un poco más allá, sus abuelos quedan absolutamente perplejos ante la facilidad con la que llevan el ratón del ordenador al sitio sin ninguna dificultad, cuando a ellos les cuesta tanto dominar esta simple habilidad.
Sin embargo, este concepto ha ido distorsionándose hasta el punto de, como definió muy bien un amigo mío, pensar que los nativos digitales salen ya del útero materno (en realidad no lo dijo así, sino con un vulgarismo, pero lo voy a suavizar aquí) programando en PHP. Y esta idea lleva a muchos maestros a no querer llevar a sus alumnos al aula de informática, bien porque temen que los pupilos superen al docente en destreza y conocimiento tecnológico, bien porque aseguran que estos, en sus casas, ya tienen garantizado un acceso y, por tanto, dominio de aquellas habilidades básicas en el uso de las diferentes tecnologías.
Y aquí, precisamente, es donde está el gran error. Basta con que nos atrevamos a realizar una sola incursión al aula de informática y les propongamos un sencillito trabajo de búsqueda e investigación para darnos cuenta de que, en la mayoría de los casos, de eso, nada de nada. En primer lugar, vamos a poder constatar que la brecha digital, aunque se ha reducido mucho en los últimos años, todavía existe. Eso ya nos supone un primer hándicap que debemos salvar, pues nos obligará a enfrentarnos a algunos alumnos que ni siquiera saben poner en marcha su ordenador. Y, en segundo lugar, veremos que, si se les saca de Tuenti, webs de juegos en flash y alguna otra aplicación que ya tengan instalada en su computadora, tienen serias deficiencias.
No soy un experto en sociología, ni he hecho ningún estudio al respecto, pero me atrevo a aventurar que las dificultades con las que nos podemos encontrar variarán según el nivel socio-económico de nuestras familias, ya que esto es una variable de la cual todavía depende el acceso a los recursos informáticos de nuestro alumnado. En este caso, basándome en mi experiencia, voy a describir aquello con lo que me encuentro yo, que trabajo en un centro concertado cuya familia-tipo es de nivel medio o medio-bajo. Este dato lo saco de los resultados que nos manda Conselleria a partir de las respuestas que dan las propias familias en las encuestas que realizan para las pruebas diagnósticas que se convocan anualmente (mira tú por donde, ya le he encontrado una utilidad a estas pruebas...). Éstas son las principales dificultades con las que se encuentra mi alumnado de 6º de Primaria cuando se enfrentan a la tecnología en la escuela:
a) Impaciencia ante cualquier demora en aquellos programas que ellos desean hacer. Supongo que esto es una consecuencia del ritmo vertiginoso en el que viven, y que les ha acostumbrado a obtener aquello que quieren sin tener que esperar apenas a ello. Pero es sorprendente ver cómo pretenden que el ordenador ejecute inmediatamente un comando tras otro, ya que no aguardan a que se realice el primero. Y si, por los motivos que sea, la página de Internet que hay que visitar no carga enseguida, empiezan a levantarse manos, acompañadas generalmente por unos gritos angustiados, que provocan la primera sensación de agobio en el profesorado.
b) En relación con el punto anterior, otra situación frecuente con la que hay que lidiar es la cantidad de pestañas que son capaces de abrir para una única búsqueda. Generalmente, sucede por la impaciencia que he nombrado antes, ya que mientras esperan a que se cargue una página, pueden abrir seis o siete más. Obviamente, cuando todas se cargan, la información que se les había pedido queda prácticamente ilocalizable, aparte de la saturación que ello conlleva en la red.
c) Curiosa es, también, la percepción que ellos tienen de que, si una página no carga, es porque algo no funciona bien en Internet. Sin embargo, cuando el profesor se acerca para solucionar el problema, simplemente comprobando que la URL esté correctamente escrita, suele bastar. Pero esto es algo que, por mucho que les insista, no se les pasa por la cabeza. ¡Cómo van a equivocarse ellos!
d) Otro de los problemas que se deriva de la situación anterior es su tendencia natural a entrar en absolutamente todos los hipervínculos y enlaces que les aparecen en las páginas que consultan, aunque no les sea necesario para realizar el trabajo que se les ha planteado.
e) También he detectado que el primer instinto que siguen cuando acceden a una página web es mover la barra de desplazamiento vertical de arriba a abajo sin ningún sentido, simplemente para ver todo lo que hay en ese menú. Y, en ocasiones van más allá. Si hay algo que les llama la atención en la parte de abajo de la página, no tienen ningún reparo en entrar al enlace que allí se les propone, saltándose todo lo anterior y yendo a parar a algún lugar que no saben relacionar con nada de lo aprendido anteriormente.
f) Una causa posible de todos los problemas anteriores es la poca costumbre que tienen de leer lo que tienen delante de sus narices. No solamente ocurre con las páginas web o delante del ordenador. Esta carencia también se nota en la realización de actividades escritas "ordinarias", en las que son capaces de preguntar "¿aquí qué hay que hacer?", cuando el enunciado del ejercicio lo indica con toda claridad.
g) Avanzando un paso más en el uso de la tecnología en el ámbito educativo, he detectado que no tienen ninguna habilidad para usar con fluidez los buscadores de Internet. No dominan ni de lejos el uso de palabras clave, por lo que se pierden con muchísima facilidad a la hora de realizar alguna búsqueda.
h) Y, por último, por lo menos en el nivel en el que trabajo yo, no tienen ninguna costumbre de contrastar las informaciones que encuentran. Se creen "a pies juntillas" lo primero que encuentran, y cometen el error de dar por ciertas afirmaciones que no lo son.
Una vez dicho todo esto, me gustaría que esta entrada pueda ser útil para algo a algún lector. Por ello, quiero terminarla recomendando una serie de sencillas actividades que podéis hacer cuando os decidáis a organizar alguna actividad en la que el alumnado tenga que emplear la tecnología. Evidentemente, puede que más de uno las encuentre demasiado banales dado el nivel de su alumnado. Es imprescindible, por tanto, que cada cual conozca qué destreza tienen los chavales en el uso de estas herramientas para, a partir del mismo, proponerles actividades que se adapten bien tanto a su nivel como a lo que queremos conseguir. Ahí van mis consejos:
1.- Explica en el aula ordinaria, si es posible mostrándolo en la pizarra digital (aquellos que la tengan), la actividad que les planteas. Es importante que les quede claro en ese momento y se resuelvan todas las dudas que pueda haber, porque una vez conecten su artilugio digital (ordenador, tableta, móvil...) será realmente difícil volver a captar su atención.
2. - Comprueba que no hay ningún problema técnico antes de pedirles que hagan nada. Es decir, que Internet funciona correctamente, que las páginas web que quieres que visiten siguen activas... Es realmente caótico (y desmoralizador para el maestro, también hay que decirlo) que algo no funcione.
3.- Plantéales actividades simples, claras y perfectamente guiadas, con un objetivo establecido de antemano y, a ser posible, que puedan alcanzar en el tiempo de clase.
4.- Deja claro qué se les va a evaluar. Es muy importante empezar a cambiar la idea de que la evaluación es sinónimo de examen, que sepan que van a tener una nota en función de una serie de variables que esperamos que consigan.
Esto es solamente un punto de partida, como he dicho con anterioridad, muy sencillo. A partir de aquí, y una vez los alumnos van adquiriendo soltura y autonomía en el manejo de los recursos digitales, se nos abre un ilimitado abanico de posibilidades. ¡Aprovechémoslas!
No soy un experto en sociología, ni he hecho ningún estudio al respecto, pero me atrevo a aventurar que las dificultades con las que nos podemos encontrar variarán según el nivel socio-económico de nuestras familias, ya que esto es una variable de la cual todavía depende el acceso a los recursos informáticos de nuestro alumnado. En este caso, basándome en mi experiencia, voy a describir aquello con lo que me encuentro yo, que trabajo en un centro concertado cuya familia-tipo es de nivel medio o medio-bajo. Este dato lo saco de los resultados que nos manda Conselleria a partir de las respuestas que dan las propias familias en las encuestas que realizan para las pruebas diagnósticas que se convocan anualmente (mira tú por donde, ya le he encontrado una utilidad a estas pruebas...). Éstas son las principales dificultades con las que se encuentra mi alumnado de 6º de Primaria cuando se enfrentan a la tecnología en la escuela:
a) Impaciencia ante cualquier demora en aquellos programas que ellos desean hacer. Supongo que esto es una consecuencia del ritmo vertiginoso en el que viven, y que les ha acostumbrado a obtener aquello que quieren sin tener que esperar apenas a ello. Pero es sorprendente ver cómo pretenden que el ordenador ejecute inmediatamente un comando tras otro, ya que no aguardan a que se realice el primero. Y si, por los motivos que sea, la página de Internet que hay que visitar no carga enseguida, empiezan a levantarse manos, acompañadas generalmente por unos gritos angustiados, que provocan la primera sensación de agobio en el profesorado.
b) En relación con el punto anterior, otra situación frecuente con la que hay que lidiar es la cantidad de pestañas que son capaces de abrir para una única búsqueda. Generalmente, sucede por la impaciencia que he nombrado antes, ya que mientras esperan a que se cargue una página, pueden abrir seis o siete más. Obviamente, cuando todas se cargan, la información que se les había pedido queda prácticamente ilocalizable, aparte de la saturación que ello conlleva en la red.
c) Curiosa es, también, la percepción que ellos tienen de que, si una página no carga, es porque algo no funciona bien en Internet. Sin embargo, cuando el profesor se acerca para solucionar el problema, simplemente comprobando que la URL esté correctamente escrita, suele bastar. Pero esto es algo que, por mucho que les insista, no se les pasa por la cabeza. ¡Cómo van a equivocarse ellos!
d) Otro de los problemas que se deriva de la situación anterior es su tendencia natural a entrar en absolutamente todos los hipervínculos y enlaces que les aparecen en las páginas que consultan, aunque no les sea necesario para realizar el trabajo que se les ha planteado.
e) También he detectado que el primer instinto que siguen cuando acceden a una página web es mover la barra de desplazamiento vertical de arriba a abajo sin ningún sentido, simplemente para ver todo lo que hay en ese menú. Y, en ocasiones van más allá. Si hay algo que les llama la atención en la parte de abajo de la página, no tienen ningún reparo en entrar al enlace que allí se les propone, saltándose todo lo anterior y yendo a parar a algún lugar que no saben relacionar con nada de lo aprendido anteriormente.
f) Una causa posible de todos los problemas anteriores es la poca costumbre que tienen de leer lo que tienen delante de sus narices. No solamente ocurre con las páginas web o delante del ordenador. Esta carencia también se nota en la realización de actividades escritas "ordinarias", en las que son capaces de preguntar "¿aquí qué hay que hacer?", cuando el enunciado del ejercicio lo indica con toda claridad.
g) Avanzando un paso más en el uso de la tecnología en el ámbito educativo, he detectado que no tienen ninguna habilidad para usar con fluidez los buscadores de Internet. No dominan ni de lejos el uso de palabras clave, por lo que se pierden con muchísima facilidad a la hora de realizar alguna búsqueda.
h) Y, por último, por lo menos en el nivel en el que trabajo yo, no tienen ninguna costumbre de contrastar las informaciones que encuentran. Se creen "a pies juntillas" lo primero que encuentran, y cometen el error de dar por ciertas afirmaciones que no lo son.
Una vez dicho todo esto, me gustaría que esta entrada pueda ser útil para algo a algún lector. Por ello, quiero terminarla recomendando una serie de sencillas actividades que podéis hacer cuando os decidáis a organizar alguna actividad en la que el alumnado tenga que emplear la tecnología. Evidentemente, puede que más de uno las encuentre demasiado banales dado el nivel de su alumnado. Es imprescindible, por tanto, que cada cual conozca qué destreza tienen los chavales en el uso de estas herramientas para, a partir del mismo, proponerles actividades que se adapten bien tanto a su nivel como a lo que queremos conseguir. Ahí van mis consejos:
1.- Explica en el aula ordinaria, si es posible mostrándolo en la pizarra digital (aquellos que la tengan), la actividad que les planteas. Es importante que les quede claro en ese momento y se resuelvan todas las dudas que pueda haber, porque una vez conecten su artilugio digital (ordenador, tableta, móvil...) será realmente difícil volver a captar su atención.
2. - Comprueba que no hay ningún problema técnico antes de pedirles que hagan nada. Es decir, que Internet funciona correctamente, que las páginas web que quieres que visiten siguen activas... Es realmente caótico (y desmoralizador para el maestro, también hay que decirlo) que algo no funcione.
3.- Plantéales actividades simples, claras y perfectamente guiadas, con un objetivo establecido de antemano y, a ser posible, que puedan alcanzar en el tiempo de clase.
4.- Deja claro qué se les va a evaluar. Es muy importante empezar a cambiar la idea de que la evaluación es sinónimo de examen, que sepan que van a tener una nota en función de una serie de variables que esperamos que consigan.
Esto es solamente un punto de partida, como he dicho con anterioridad, muy sencillo. A partir de aquí, y una vez los alumnos van adquiriendo soltura y autonomía en el manejo de los recursos digitales, se nos abre un ilimitado abanico de posibilidades. ¡Aprovechémoslas!