sábado, 26 de julio de 2014

LAS VACACIONES DEL MAESTRO

                                                  * Imagen tomada de www.c-curioso.com



Escribo estas líneas desde la playa, donde llevo ya unos cuantos días de descanso. Sí. Soy maestro y disfruto de unas vacaciones más prolongadas que las del resto de profesiones actuales. Ya se encargan de recordármelo muchos de mis conocidos continuamente, convirtiendo esta situación en uno de los principales argumentos para desprestigiar mi profesión.
Sin embargo, no soy victimista,  ni me enfado o me molesto cuando esto sucede. Sí me irritaba hace un tiempo, pero he llegado a un punto en el que no me importa en absoluto que se metan conmigo por motivo de mis vacaciones. Percibo que el desprestigio del que hablo no es exclusivo de la profesión docente. Tengo amigos policías que me cuentan cómo algunos adolescentes burlan su autoridad, con el apoyo, dicho sea de paso, de sus adultos responsables, quienes les defienden por encima de cualquier otro cuestionamiento (os suena esta situación, ¿verdad?). También oigo a personas con las que frecuento del poco acierto de su médico cuando les diagnostica una enfermedad determinada, cuando ellos están seguros de padecer otra cosa. O también escucho con estupor a mi hermano mayor, guionista de profesión, que me cuenta cómo personas desconocidas le escriben a través de redes sociales, foros y otros medios electrónicos para criticarle (en numerosas ocasiones, con insultos y mala educación) el desarrollo de determinadas tramas o el devenir de algunos de los personajes de la serie (“El secreto de Puente Viejo”, un poco de propaganda nunca viene mal…).
Deduzco por ello, que la pérdida de autoridad y la falta de respeto hacia las decisiones que se toman, no es un mal que suframos en exclusiva los docentes. Pero nosotros sí que sufrimos en exclusividad esa acusación permanente que otros no padecen. Me refiero, por supuesto, al tema de las vacaciones. No voy a negar que soy un privilegiado por ello. Lo único que haría con ello sería espolear a la gente para que me siga acusando de vago y poco trabajador. Curiosamente, esas mismas personas también me dicen después que nos admiran por trabajar con niños y “aguantarles” todo el día, que ellos no tendrían paciencia. En fin, contradicciones que ni siquiera trato de comprender.
Por otra parte, también hay otras peculiaridades de la profesión docente que no tienen otros trabajos, y de las cuales apenas se habla. Vaya por delante, que tengo el máximo respeto hacia cualquier oficio, ya que todos ellos conllevan unas responsabilidades y una obligaciones, y cumplir con ellas ya es digno de elogio. Pero, en las siguientes líneas de esta entrada, voy a hablar de una de estas particularidades del trabajo docente que, creo, no tienen otras ocupaciones.
Cuando preparo mi equipaje para llevar conmigo a las vacaciones, el ordenador portátil es, irremediablemente, uno de los primeros utensilios que coloco. Y también realizo todas las gestiones oportunas para asegurarme de que voy a disponer de conexión a Internet en mi lugar de destino. De este modo, además de darme varios chapuzones en el mar al día; de leer el diario tranquilamente mientras tomo el sol; de disfrutar de algún que otro helado y más de una cerveza fresca… ¡también dedico algo de tiempo diario al trabajo! Mucha gente no lo sabe, y tal vez, ni siquiera lo imagina, pero los maestros también trabajamos, y mucho, en casa, incluso cuando no estamos en periodo lectivo. Precisamente, gracias a tener un ordenador con acceso a Internet, puedo estar al corriente de las últimas novedades en legislación educativa. Diariamente consulto tanto el BOE como el boletín autonómico (en mi caso, el DOCV), para estar al tanto de cualquier novedad que pueda publicarse, de forma que tenga tiempo para consultarla, leerla, analizarla, y ver sus implicaciones. Justamente este curso, tan pronto como llegué a la playa, la Conselleria de Educación de la Comunidad Valenciana publicó el currículum de Primaria para el próximo curso. Pues bien, en este tiempo de “vacaciones” ya he leído el documento, subrayado aquello que me parece fundamental y hecho un resumen de lo que quiero recordar. Además de esto, también he desarrollado un guión para la reunión general de familias de inicio de curso, y realizado una presentación multimedia para la misma, ya que, en la memoria final del ejercicio que acabamos de terminar nos propusimos replantearnos el formato de estas reuniones (ya os hablaré en otra entrada de ello, pero la intención es sorprender a los asistentes con un planteamiento diferente a lo que venimos haciendo tradicionalmente). También he revisado ya las programaciones de aula del primer trimestre de las áreas de matemáticas y lengua, por supuesto adecuándolas a la programación didáctica, de las cuales salen.
Y la cosa no acaba aquí. Tengo todavía una larga lista de tareas que quiero realizar en estas vacaciones, relacionadas, por supuesto, con mi profesión: revisaré las programaciones de aula del área de Conocimiento del Medio; pensaré y desarrollaré por escrito algún proyecto de aprendizaje para realizar con el alumnado en el curso 14-15; redactaré el comienzo de una historia para plantear una actividad de literatura colaborativa, de forma que todo el alumnado pueda avanzar en la escritura de la misma; buscar material de apoyo y audiovisual para la implantación de la unidad de acogida y evaluación inicial que ya tenemos diseñado; leer un libro sobre el “conectivismo” (paradigma educativo para el siglo XXI); y otras actividades y proyectos que me irán viniendo a la mente, seguro, durante los próximos días. Porque, a pesar de estar de vacaciones, en ningún momento puedo dejar de pensar en aquello que más me gusta, que no es otra cosa que impartir clases, compartir tiempo con mis alumnos y ayudarles a aprender.
Efectivamente, estoy de vacaciones. Pero como habéis podido ver, se trata de unas vacaciones “activas”, en las que mi actividad docente no cesa, aunque, claro está, de un modo mucho más relajado. Porque, durante este periodo de “vacación” sigue estando muy presente mi “vocación”.