viernes, 5 de julio de 2019

COLORÍN, COLORADO, ESTE CURSO SE HA ACABADO... (afortunadamente)


                                                   * Procedencia de la imagen

Todos los años, a estas alturas, suelo echar la vista atrás para poder observar lo que ha sucedido en el curso recién terminado y hacer balance del mismo. Suelo hacerlo con espíritu autocrítico, analizando mi práctica docente y con intención de mejorar paulatinamente. Pues bien, confieso que este año me ha costado bastante más que en anteriores ocasiones.

Porque este ha sido, sin duda, el curso más complicado que he vivido en mis casi 20 años de experiencia como maestro. Se han dado un cúmulo de situaciones que me han desbordado casi desde el primer mes de clase. No he sabido afrontar las dificultades que me surgían en el camino, y cada obstáculo que se me aparecía me resultaba más insalvable que el anterior. Me he sentido impotente, incapaz de superar los retos que me exigen el día a día y muy frustrado por no estar a la altura de lo que merecía un grupo de alumnos que han aguantado maravillosamente mi mala praxis.

No estoy nada satisfecho de este curso que termina, como podéis ver. Y no echo la culpa de ello a nadie más que a mí mismo. No sería justo. Durante este curso me he convertido en un maestro vulgar y corriente, ordinario hasta el aburrimiento, cumplidor con lo mínimo que se me podía exigir, pero  sin entusiasmo, sin iniciativas, desmotivado... y, como podéis imaginar, es algo que aborrezco. 

He cumplido con lo programado, he enseñado lo que se presuponía que estaba señalado en el currículum, he ayudado a mis alumnos en lo que he podido... pero eso no es suficiente para mí. Una de las tareas que realizamos sistemáticamente los maestros es poner notas. Si tuviera que ponerme una nota a mí mismo valorando mi trabajo del curso pasado esta sería, claramente, un suspenso. 

Con todo, no puedo dejar de señalar algunos aspectos positivos que destacar del curso. En primer lugar, el excelente acompañamiento que he tenido por parte del centro en todo momento. Especialmente mi compañero de fatigas, Javi, con quien tenía que trabajar codo con codo, y que ha sabido tirar del carro y aguantar mi poca actividad. Y siempre de buen humor y relativizando. Posiblemente, si no hubiera sido por él, yo no hubiera terminado el curso, sino que habría necesitado una temporadita de descanso para recuperarme a nivel mental. Si lees esto, gracias, amigo.

El segundo aspecto positivo que me gustaría destacar es el haber tenido la posibilidad de trabajar con un alumno diagnosticado de autismo. Reconozco que el verano pasado me creaba mucha inseguridad y tenía muchas dudas, pero ha resultado de lo más gratificante del curso. Yo no sé si le he podido enseñar muchas cosas, pero él ha sido un auténtico descubrimiento para mí. Sé que él no leerá esto, pero tal vez sí lo haga su familia, a quien también estaré eternamente agradecido por la confianza que me han dado y el apoyo que he sentido en todo momento.

Y, por último, como no, a esos 26 "pequeñajos" que me han soportado e incluso me atrevería a decir que me han querido durante este curso. Mi trabajo se apoya en ellos, los necesito como el aire que respiro, porque... ¿qué sería de nosotros sin nuestros alumnos? Aunque pequeños de estatura, son muy, pero que muy grandes. 

Lo bueno de que termine algo (especialmente cuando más necesitas que lo haga) es que otro proyecto se acerca. En este caso, y todavía antes de las vacaciones, puedo asegurar que volveré con más ganas que nunca. Porque necesito demostrar qué clase de maestro soy, que sigo teniendo intacta mi vocación, que adoro mi trabajo y que soy capaz de hacer muchas más cosas de las que he hecho durante este curso. No a los alumnos, ni a sus familias. Ni siquiera a mis compañeros o a la dirección del centro. Necesito demostrármelo a mí mismo. 

Y lo haré, que nadie lo dude. Felices vacaciones a todos.