viernes, 13 de febrero de 2015

De un maestro a su MAESTRO



Me encuentro hoy ante la tarea de redactar la entrada más personal de todas las que he escrito hasta ahora en mi blog. También es la más difícil y triste, a la vez. Pero me apetece hacerlo, ya que no quiero dejar pasar el momento para expresar aquí algo de lo que siento, y digo "algo" porque me será imposible escribir  todo lo que me viene a la mente. Tampoco quiero resultar dramático, porque aunque mi mayor sentimiento sea todavía la tristeza, mi padre solamente me inspira buenos recuerdos y, sobre todo, mucha alegría por vivir y disfrutar de la vida.

Entre sus conocidos le llamaban "el maestro". No obstante, seguramente muy pocos sepan que de verdad fue MAESTRO en un momento de su vida, aunque más adelante cambiara esta bonita profesión por otra totalmente distinta. Desconozco los motivos que le llevaron a ese cambio (algún día se lo tendré que preguntar a mi madre, ya que nunca se me ocurrió preguntárselo a él). Sin embargo, esa vocación suya no se perdió del todo, me la dejó a mí en herencia. Y, de entre las muchas cosas que me ha dejado, posiblemente sea la que más le agradeceré siempre. Disfruto cada día con mi trabajo, soy muy feliz haciendo lo que hago y después de mi familia, claro está, mis alumnos y mis compañeros del colegio son, para mí,  el apoyo más grande que tengo y quienes me impulsan a seguir aprendiendo día a día. No conocí a mi padre ejerciendo como maestro. Pero he tenido la suerte de poder hablar con algunas personas que fueron alumnos suyos. Por lo que me han dicho, y conociendo a mi padre como le conocí, estoy seguro de que fue un gran maestro, entregado a su profesión y muy querido por sus pupilos. De hecho, hace apenas un año, recibió un emotivo homenaje por parte de esos alumnos. Y si tantos años después todavía le recordaban con cariño y nostalgia, no puede ser por casualidad. Tengo claro que estoy a años luz de ser tan buen maestro como él lo fue, pero también sé que su vocación me guiará e inspirará a mí para superarme día a día y tratar de parecerme, aunque sea levemente, a su persona.

Pero no solamente ha sido MAESTRO en una etapa de su vida. Para mí, ha sido MAESTRO en todo desde que yo nací. A él le debo gran parte de lo que soy (aunque no soy nada importante). Ahora que yo también soy padre y maestro, le agradezco, sobre todo, la educación que me ha dado y los valores que me ha inculcado. Su biografía es impresionante, y eso que en ella no se refleja lo mejor de sí mismo: sus cualidades personales. Todos (sin excepción) los que le conocieron coinciden en que, por encima de todo, mi padre fue una muy buena persona. Y eso me transmitió. Que más allá de cualquier otra consideración, yo también debo serlo. Que es lo más importante que pueden decir de ti. Y yo, cuando lo dicen de él, me lo creo. Primero, porque le conocí bien y sé que es cierto. Y también porque ya lo decían de él antes de su muerte, lo cual me convence de que no mentían. Porque se nota cuando la gente habla sinceramente y de corazón, y cuando se dice por compromiso. Francamente, no he tenido la sensación de que ninguna de las muestras de afecto que hemos recibido tras su fallecimiento fueran por quedar bien. Él me dijo muchas veces que si quieres que hablen bien de ti solo tienes que morirte. Por fortuna, en su caso, no hizo falta esperar tanto. Antes de ese momento, ya hablaban muy bien de mi padre.


Si intento enumerar todas las cosas que he aprendido de mi padre y MAESTRO, sé que me voy a dejar muchas en el tintero. Tampoco pretendo aburrir a nadie con un listado insustancial. Pero sí hay algunas que quiero destacar, empezando por la afición a la buena literatura que me transmitió. Desde la escuela veo ahora qué difícil es fomentar la lectura entre los jóvenes. Para él no lo fue conmigo. Sin obligaciones, me animó a leer un montón de buenos libros, grandes obras que ahora todavía aparecen entre mis favoritos. Precisamente la tarde del día en que falleció, todavía estuvimos comentando el último libro que me recomendó leer, y que estaba leyendo en ese momento: "La sonrisa etrusca", de José Luis Sampedro. Curiosamente, el personaje principal es una persona mayor, que vive los últimos días de su vida, así que supongo que se trata de un guiño del destino.

También valoro mucho la cultura gastronómica y el gusto por la buena comida que me ha transmitido mi padre. En realidad, no solo por la buena comida. Se esforzó mucho en enseñarnos que hay que comer de todo, probarlo todo antes de decidir qué te gusta más y qué te gusta menos. Y también que de aquello que te guste menos, comas menos cantidad, y de lo que te guste más, comas más, pero sin despreciar nada. Sabias enseñanzas que ahora, como padre, intento transmitir a mis hijas tal y como yo las aprendí. Este aspecto va íntimamente ligado a otro aspecto fundamental a lo largo de la vida de mi padre: los viajes. Con él he conocido muchos lugares interesantes, principalmente de España. Y todo ello fomentó en mí el gusto de viajar, de conocer sitios y culturas diferentes, valorando y respetando siempre la diversidad. No sería capaz de enumerar todos los sitios en los que he estado con mi padre. Me quedo solamente con el último: una semana inolvidable en San Sebastián en agosto de 2014, junto a toda la familia. ¡Siete días mágicos, del primero al último!



Quizá la única "espinita" que se le quedó clavada a mi padre fue el tema de la música. Él fue un gran músico, muy buen pianista, con un talento único (según me comentaron varios de sus compañeros) y también un gran flautista. Lo intentó conmigo, pero no tuve ni la constancia ni la capacidad de sacrificio necesarias para progresar en mis estudios de piano. No sé si esto él lo consideró como un fracaso. Si fue así, lo siento mucho: no era lo mío. Puedo afirmar sin miedo a equivocarme que la música fue su gran pasión. Su colección de discos de música clásica es impresionante. Tampoco he heredado esa pasión, pero sí que me gusta, de tanto en tanto, oír alguna de esas piezas. Supongo que no le servirá de mucho consuelo, pero algo es algo...


Ya para terminar, sé que mi padre falleció con la tranquilidad de haber cumplido con la misión que tenía en esta vida. Y quedó tranquilo porque sabía que, a pesar de la pérdida de mi MAESTRO, sigo teniendo varios referentes en los que apoyarme. Me queda todavía mucho por aprender de mi madre, otra MAESTRA (tanto de profesión como en la vida). Y tengo a mis dos hermanos, quienes llevan en sus genes, cada uno de ellos, un pedacito de mi padre. Tengo grabado en mi corazón y en mi mente un consejo que me repetía mi padre muchas veces a lo largo de su vida:

APRENDE COMO SI NO TE FUERAS A MORIR NUNCA; Y DISFRUTA DE TU VIDA COMO SI TE FUERAS A MORIR MAÑANA.

Papá, ten por seguro que así lo haré. Hoy cojo tu relevo para tratar de ser, para mis hijas, el MAESTRO que tú fuiste conmigo. Gracias por todo y hasta siempre.

P.D.: Don MIGUEL PEIDRO GOMAR (un señor, con mayúsculas)  falleció el lunes, 9 de febrero de 2015. Descansa En Paz, Papá.


1 comentario:

  1. Muy bonitas palabras...y no dudes q eres un buen maestro y mejor persona si cabe, los niñ@s están encantados contigo y tu padre seguro q esta orgulloso, sigue haciéndolo igual d buen con tus hijas , sabemos q no es tarea fácil. Un abrazo muy fuerte y muchos ánimos. Lorena López

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