Cada vez que escribo un artículo de opinión (como en esta entrada) comentando las decisiones del conseller Vicent Marzà en relación con la enseñanza concertada sucede, inevitablemente, lo mismo: o algún trabajador o algún defensor a ultranza de la escuela pública se siente ofendido. Y yo me pregunto, ¿por qué?
Supongo que se deberá, en parte, a mi torpeza como escritor, pues queda patente que no soy capaz de expresar con claridad mi punto de vista en lo que se refiere a esta dicotomía. Tal vez se deba, también, a que hay mucha gente que consideran ambos modelos como antagónicos... Desde luego, os aseguro que este no es mi caso.
Por si alguien lo duda, hace poco más o menos un año ya escribí un artículo en este mismo blog (Una llamada desesperada al entedimiento) expresando mi deseo de que, como colectivo de profesorado, nos pudiésemos unir para luchar por una educación de calidad, sin ponerle "apellido" ni etiquetas a la misma. Evidentemente, mi esfuerzo cayó en saco roto, pues cada vez que se anuncia algún tipo de medida que afecta de desigual manera a unos u otros, saltan las tensiones. De todos modos, una vez más, voy a manifestar mi opinión al respecto, a ver si esta vez consigo que mis lectores entiendan mi punto de vista.
Tengo en gran consideración a la escuela pública. Estudié en un instituto público (del que guardo excelentes recuerdos) y posteriormente también en una universidad pública. Mis prácticas de magisterio las realicé en un colegio público, donde conocí a magníficos profesionales de los que pude aprender mucho. Tengo compañeros y amigos que trabajan en centros públicos, y son unos docentes fantásticos, implicados como el que más y siempre en constante formación. Gracias a las redes sociales, puedo seguir a maestros y profesores de colegios públicos que realizan unos proyectos alucinantes. Incluso centros públicos enteros que comparten experiencias sobresalientes en la red. De todos ellos aprendo un montón y les sigo con gran interés. No solamente les admiro, sino que reconozco que no les llego ni a la suela del zapato en muchísimos aspectos de nuestra profesión común.
No me congratulo por el cierre de unidades en centros concertados, ni siquiera aunque estos sean competencia directa del colegio en el que yo trabajo. No les deseo ningún mal, sino todo lo contrario. Creo que una mejora en la calidad del sistema educativo, en general, nos beneficia a todos. Y también pienso que podemos (y debemos) colaborar para que aumentar nuestro conocimiento y enriquecernos mutuamente de las experiencias de ambos. Al fin y al cabo, por los motivos que sea, hay alumnos que cambian de centro a mitad de su escolaridad y la cooperación intercentros es muy necesaria para el beneficio de estos chavales.
Defiendo la escuela concertada, por supuesto que sí. Pero ello no implica que desprecie a la pública o desee su eliminación. Creo que son modelos complementarios, necesarios ambos para garantizar la libertad de elección que se propugna en nuestra Constitución Española. Lo único que pido a los políticos que legislan y regulan la educación es equidad e igualdad. Que todos juguemos con las mismas reglas. Que no haya ventajas iniciales ni en un sentido ni en otro. Que tengamos las mismas oportunidades. Y que sobrevivan los mejores, los que tengan demanda, los que llenen sus aulas porque la gente les elige por la calidad de su enseñanza. ¿Es pedir tanto?
Termino con una pregunta para mis críticos. ¿Cuántos de vosotros os atrevéis a decir lo mismo que yo?
PD: antes de que alguien me lo diga. Esto lo he dicho con los gobiernos anteriores y lo digo con este. Las injusticias son injusticias perjudiquen a quien perjudiquen.
Tengo en gran consideración a la escuela pública. Estudié en un instituto público (del que guardo excelentes recuerdos) y posteriormente también en una universidad pública. Mis prácticas de magisterio las realicé en un colegio público, donde conocí a magníficos profesionales de los que pude aprender mucho. Tengo compañeros y amigos que trabajan en centros públicos, y son unos docentes fantásticos, implicados como el que más y siempre en constante formación. Gracias a las redes sociales, puedo seguir a maestros y profesores de colegios públicos que realizan unos proyectos alucinantes. Incluso centros públicos enteros que comparten experiencias sobresalientes en la red. De todos ellos aprendo un montón y les sigo con gran interés. No solamente les admiro, sino que reconozco que no les llego ni a la suela del zapato en muchísimos aspectos de nuestra profesión común.
No me congratulo por el cierre de unidades en centros concertados, ni siquiera aunque estos sean competencia directa del colegio en el que yo trabajo. No les deseo ningún mal, sino todo lo contrario. Creo que una mejora en la calidad del sistema educativo, en general, nos beneficia a todos. Y también pienso que podemos (y debemos) colaborar para que aumentar nuestro conocimiento y enriquecernos mutuamente de las experiencias de ambos. Al fin y al cabo, por los motivos que sea, hay alumnos que cambian de centro a mitad de su escolaridad y la cooperación intercentros es muy necesaria para el beneficio de estos chavales.
Defiendo la escuela concertada, por supuesto que sí. Pero ello no implica que desprecie a la pública o desee su eliminación. Creo que son modelos complementarios, necesarios ambos para garantizar la libertad de elección que se propugna en nuestra Constitución Española. Lo único que pido a los políticos que legislan y regulan la educación es equidad e igualdad. Que todos juguemos con las mismas reglas. Que no haya ventajas iniciales ni en un sentido ni en otro. Que tengamos las mismas oportunidades. Y que sobrevivan los mejores, los que tengan demanda, los que llenen sus aulas porque la gente les elige por la calidad de su enseñanza. ¿Es pedir tanto?
Termino con una pregunta para mis críticos. ¿Cuántos de vosotros os atrevéis a decir lo mismo que yo?
PD: antes de que alguien me lo diga. Esto lo he dicho con los gobiernos anteriores y lo digo con este. Las injusticias son injusticias perjudiquen a quien perjudiquen.
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