Durante este mes de noviembre, una asociación de padres y madres ha promovido un movimiento de protesta, que la prensa ha llamado "huelga de deberes", durante los fines de semana. Mucho se ha escrito sobre el tema, con opiniones muy diversas, y no voy a incidir ahora en ellas. De hecho, ya compartí yo una reflexión en este mismo blog unos meses atrás (¿Deber o no deber? Ésa es la cuestión) dando mi opinión, con lo cual creo que puede resultar más interesante intentar analizar qué subyace realmente detrás de esta situación.
Para empezar, respecto a la causa del problema, no es un asunto tan simple como se quiere plantear en algunos casos. No se puede reducir a un sencillo "deberes sí o deberes no". Por mi experiencia tanto como docente como padre, no puedo hablar de una carga excesiva de deberes para casa. Pero, claro está, también estoy seguro de que, si se ha llegado a esta situación, es porque hay casos en los que sí. Por tanto, no cabe generalizar. Habría que analizar qué tipo de deberes tienen, porqué los tienen, etc... En realidad, no se puede hacer un diagnóstico general para todos los colegios del país, ya que nos vamos a encontrar ante una casuística muy diversa. Sin embargo, creo que sí es posible extraer unas conclusiones que afectan a la mayor parte de nuestros centros.
Voy a empezar por hablar acerca de la situación de muchos colegios. Hay una falta de análisis y autocrítica interna innegable. La cruda realidad es que la mayoría de centros educativos de nuestro país están anclados en el pasado, no han evolucionado para dar respuesta a las demandas de la sociedad actual. Y de ahí surge el gran problema. El sistema sigue siendo el mismo que hace un par de siglos: lección magistral y trabajo individual por parte del alumnado. Y, dado que es prácticamente imposible cumplir con el temario del libro de texto... ¡pues deberes para casa y a adelantar! Estoy plenamente convencido de que, aquellas escuelas modernas, que utilizan diferentes metodologías, no tienen estos problemas con las familias sobre la realización de deberes. ¿Porqué? Pues simplemente porque no necesitan mandar deberes sistemáticamente y en una cantidad ingente a sus alumnos. Porque las tareas que los chicos y chicas han de realizar en casa no suponen una carga ni para ellos ni para sus progenitores. En conclusión, porque utilizan métodos pedagógicos modernos y actuales, gracias a los cuales los alumnos se sienten motivados hacia el aprendizaje. El día que todos los centros educativos sean capaces de desterrar para siempre unas metodologías caducas y anticuadas, casi con toda probabilidad, se terminará el problema de los deberes.
Y, ¿qué pasa con las familias? También se ha escrito mucho sobre las posibles causas de esta convocatoria de huelga tan controvertida, por lo que yo no puedo añadir nada nuevo. Sin embargo, me preocupa, y mucho, lo que se puede deducir de la misma. Es indudable que las familias que convocan y secundan la huelga han perdido la confianza en el colegio al que acuden sus hijos. Y eso no es bueno. ¿Llevarían a sus hijos a un médico en quien no confían? ¿Contratarían a un abogado para que les representara en el que no tienen plena confianza? Como me imagino que, en ambos casos, la respuesta es negativa, me pregunto porqué siguen llevando a sus hijos a un sitio con el que no están de acuerdo. Tan en desacuerdo que son capaces de tomar medidas que sirven, sobre todo, para fomentar el enfrentamiento entre familia y escuela, y muchísimo más grave todavía, minar la ya de por sí escasa autoridad del maestro.
Aun teniendo parte de razón en sus quejas, en mi opinión esta convocatoria de huelga no puede reportar beneficio alguno para ninguna de las partes implicadas. Creo que es un error de cálculo que, tarde o temprano, pagaremos unos y otros. Yo, como padre, por supuesto que no la secundo. Pero, por otra parte, como profesor, trato de adecuar mis métodos a la época en la que estamos, y que las tareas que, muy ocasionalmente, mando para casa, tengan una única justificación: que no se pueden hacer en clase.
Voy a empezar por hablar acerca de la situación de muchos colegios. Hay una falta de análisis y autocrítica interna innegable. La cruda realidad es que la mayoría de centros educativos de nuestro país están anclados en el pasado, no han evolucionado para dar respuesta a las demandas de la sociedad actual. Y de ahí surge el gran problema. El sistema sigue siendo el mismo que hace un par de siglos: lección magistral y trabajo individual por parte del alumnado. Y, dado que es prácticamente imposible cumplir con el temario del libro de texto... ¡pues deberes para casa y a adelantar! Estoy plenamente convencido de que, aquellas escuelas modernas, que utilizan diferentes metodologías, no tienen estos problemas con las familias sobre la realización de deberes. ¿Porqué? Pues simplemente porque no necesitan mandar deberes sistemáticamente y en una cantidad ingente a sus alumnos. Porque las tareas que los chicos y chicas han de realizar en casa no suponen una carga ni para ellos ni para sus progenitores. En conclusión, porque utilizan métodos pedagógicos modernos y actuales, gracias a los cuales los alumnos se sienten motivados hacia el aprendizaje. El día que todos los centros educativos sean capaces de desterrar para siempre unas metodologías caducas y anticuadas, casi con toda probabilidad, se terminará el problema de los deberes.
Y, ¿qué pasa con las familias? También se ha escrito mucho sobre las posibles causas de esta convocatoria de huelga tan controvertida, por lo que yo no puedo añadir nada nuevo. Sin embargo, me preocupa, y mucho, lo que se puede deducir de la misma. Es indudable que las familias que convocan y secundan la huelga han perdido la confianza en el colegio al que acuden sus hijos. Y eso no es bueno. ¿Llevarían a sus hijos a un médico en quien no confían? ¿Contratarían a un abogado para que les representara en el que no tienen plena confianza? Como me imagino que, en ambos casos, la respuesta es negativa, me pregunto porqué siguen llevando a sus hijos a un sitio con el que no están de acuerdo. Tan en desacuerdo que son capaces de tomar medidas que sirven, sobre todo, para fomentar el enfrentamiento entre familia y escuela, y muchísimo más grave todavía, minar la ya de por sí escasa autoridad del maestro.
Aun teniendo parte de razón en sus quejas, en mi opinión esta convocatoria de huelga no puede reportar beneficio alguno para ninguna de las partes implicadas. Creo que es un error de cálculo que, tarde o temprano, pagaremos unos y otros. Yo, como padre, por supuesto que no la secundo. Pero, por otra parte, como profesor, trato de adecuar mis métodos a la época en la que estamos, y que las tareas que, muy ocasionalmente, mando para casa, tengan una única justificación: que no se pueden hacer en clase.
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