miércoles, 21 de octubre de 2020

 

LA DECISIÓN DE UN “HOMBRE SABIO”*

 

19 de diciembre de 2019. Un post en Instagram provoca un seísmo mediático y la reacción inmediata, entre la sorpresa y la incredulidad, de toda la comunidad de seguidores de la liga universitaria americana de baloncesto. El emisor de ese mensaje: James Wiseman, center titular de los Memphis Tiger y, en aquel momento, candidato unánime a número 1 del draft de 2020; el contenido de la comunicación: que abandonaba el programa, contrataba a un agente y se iba a entrenar por su cuenta para dar el salto al profesionalismo.

Una decisión comprometida que suponía un duro golpe a varias bandas. En primer lugar para la universidad. En segundo, para una competición, la NCAA, que en los últimos años ha visto cómo varias de las estrellas de instituto más codiciadas optan por buscar otras vías alternativas de formación para preparar su candidatura a la NBA. ¿Por qué tomó Wiseman esta decisión? ¿Qué motivos le llevaron ello? En toda esta historia hay un nombre clave: Anfernee “Penny” Hardaway, su “coach” en Memphis. Una persona con quien Wiseman mantiene una estrecha relación desde varios años atrás y cuyos destinos parecen, parecían, indisolubles.

* Procedencia de la foto: https://www.gannett-cdn.com/-mm-/2a8dab2f984d9216037a6719ae35948ca3c3cbe9/c=0-291-3293-2143/local/-/media/2019/11/15/USATODAY/usatsports/6b8f4d8bc38b411a9a58bd542070b6bc.jpg?width=3200&height=1800&fit=crop&format=pjpg&auto=webp

Para ayudarnos a entender mejor todo este embrollo, es necesario que aparquemos de la historia, momentáneamente, la figura del jugador y nos remontemos a 2008. Aquel año, Penny Hardaway dona 1 millón de dólares a la universidad de Memphis, la cual utiliza este dinero para construir en sus instalaciones un edificio que alberga un Hall of Fame y que luce el nombre, lógicamente, de su mecenas. Este hecho llevó a la NCAA a considerar al ex jugador como “booster”, un concepto de difícil traducción al castellano, que se utiliza para calificar a todos aquellos que representan los intereses de una institución mediante la donación de recursos financieros y económicos. En este momento de la narración, esto es intrascendente, aunque tendrá un papel fundamental cuando estalle el escándalo 11 años más tarde.

Volvamos ahora al protagonista principal de nuestra historia. Y viajamos en el tiempo hasta sus comienzos, porque cuando empezó su primer año de instituto, en 2016, en la escuela “Ensworth” de Nashville (Tennessee), ya se veía que James iba a ser una estrella del baloncesto. Con sus 2’06 centímetros y 94 kilos de peso sobresalía muy por encima de sus compañeros, y no solamente en lo que a la altura se refiere, sino también por el abrumador dominio que ejercía en ambas zonas de la cancha. Tanto fue así que, ese mismo verano, la ESPN ya le colocó entre los 25 mejores jugadores de la clase de 2019. Su segundo curso en Ensworth fue más brillante todavía a nivel deportivo: terminó la temporada con un promedio de 20 puntos y 6 rebotes por partido. Y llegamos al verano de 2017…

Ese verano, Wiseman compitió en el circuito Nike Elite Youth Basketball League, un torneo en el que participan jugadores de hasta 17 años de edad, apoyado tanto por actuales estrellas de la NBA (Chris Paul o Russell Westbrook, por poner un par de ejemplos) como por otros ya retirados, cuyo principal objetivo es conocer y promocionar a aquellos jóvenes talentos que destacan en sus respectivos institutos. James se unió al “Team Penny”, fundado, como podéis imaginar, por Penny Hardaway y que él mismo dirigía desde el banquillo. Ahí comenzó la relación entre ambos, jugador y entrenador. Una relación que no estaría exenta de polémicas desde el principio.

Seguimos en el verano de 2017. En el mes de agosto, James Wiseman solicita cambiar de instituto. Deja Ensworth y la ciudad de Nashville para seguir su formación en el East High School de Memphis, donde se traslada a vivir con toda su familia gracias a la ayuda económica que les prestó Hardaway. ¿A que no adivináis quién era en aquellos momentos el entrenador del equipo de baloncesto de ese instituto? ¡Pues sí! ¡Penny Hardaway! El vínculo que se había formado entre ambos, la complicidad que tenían y la confianza que se profesaban era tal que la carrera del jugador no podía entenderse sin el paternalismo que le ofrecía su entrenador.

Pero los problemas no tardaron en llegar. En noviembre, la asociación que regula las normas deportivas de los institutos de Tennessee declaró inelegible a Wiseman y otro compañero debido a la existencia anterior de un vínculo deportivo entre ellos y el entrenador, lo cual no está permitido en la legislación deportiva del país. Eso implicaba que James no podría disputar su temporada júnior. Afortunadamente para ellos, esta decisión fue revocada por un tribunal superior, y Wiseman pudo competir con total normalidad esa temporada, demostrando una vez más su superioridad. Sus medias no dejan lugar a dudas: 18’5 puntos, 8’2 rebotes y 2’8 tapones. La relación entre el jugador y el entrenador era cada vez más estrecha. El éxito de uno dependía del rendimiento del otro, estableciéndose así una conexión íntima, pero que a la vez, podía resultar peligrosa, como ya se podía entrever  tras aquella primera sanción de 2017.



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Wiseman siguió creciendo en todos los aspectos. Físicamente lo hizo hasta llegar a sus 2’16 centímetros de altura y 114 kilos. Deportivamente, sus números eran espectaculares; el dominio que ejercía en la pista, demoledor y los portales especializados no tardaron en situarle unánimemente como prospect número 1 de la clase de 2019, dándole una calificación de jugador 5 estrellas, un privilegio que consigue solamente un puñado de privilegiados cada temporada. El jugador acumulaba premios y reconocimientos, lo cual le convirtió en el objetivo principal para la mayoría de las grandes universidades del país. Recibió ofertas de reputados programas como Duke, North Carolina, Louisville, Indiana o Texas entre otras, realizando visitas y entrevistas solamente a Vanderbilt, Kansas, Florida State, Kentucky… y Memphis. Estuvo muy cerca de decantarse por formar parte de los Wildcats de Kentucky, que era la favorita en todos los portales para hacerse con sus servicios, pero hubo un factor clave que le impulsó a tomar la decisión de comprometerse con los Tiger de Memphis. Y es que el 14 de marzo de 2018 habían despedido a su primer entrenador, Tubby Smith, tras dos temporadas poco exitosas. Apenas seis días después, la universidad anuncia el nombre de su sustituto, que no es otro que… ¡Penny Hardaway! Así pues, los caminos de Wiseman y Hardaway vuelven a unirse. O, mejor dicho, siguen unidos porque en realidad no habían llegado a separarse en ningún momento. El esperado anuncio por parte del jugador de que se había decidido por Memphis llegó el 20 de noviembre, tras varias visitas no oficiales a la universidad y entrevistas personales con todo el cuerpo técnico, a la cabeza del cual estaba, no lo olvidemos, quien había sido su gran mentor desde varios años atrás. Todo parecía discurrir según su curso natural y la perspectiva de Wiseman de convertirse en un gran jugador universitario creció en paralelo a las aspiraciones de Memphis de alcanzar los mejores resultados deportivos de su historia.



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Sin embargo, la carrera de Wiseman en Memphis no iba a ser el camino de rosas que el gran hombre había soñado, sino todo lo contrario. Para frustración del jugador, no puede disputar los primeros partidos de pretemporada, en agosto, cuando todo el equipo viaja a Bahamas para empezar su preparación. Una lesión en el hombro se lo impide y el staff técnico decide no arriesgar. En octubre vuelve a sufrir nuevas molestias, en esta ocasión en el tobillo, así que tampoco participa en ninguno de los partidos preparatorios del equipo, ni siquiera lo hace en los entrenamientos. Y, sin embargo, los diferentes mock draft lo sitúan como indiscutible número 1 del draft, a pesar de no haber podido verle en acción todavía con la camiseta de los Tiger.

El esperadísimo debut llegó, por fin, en noviembre, cuando Memphis se enfrentó a South Carolina State, corroborando en la cancha todo lo que ya apuntó en el instituto y haciendo crecer, más si cabe, las expectativas que sobre el jugador había puestas. Sus números (28-11-2) no dejaban lugar a dudas: Wiseman iba a dominar la competición y a confirmarse como todo un potencial número 1. Por fin las cosas empezaban a irle bien en Memphis. Pero…

Tan solo tres días después llega el gran mazazo. La NCAA decide suspender al jugador y le impone una dura sanción: no disputar esta temporada con su actual universidad. El motivo: que “Penny” Hardaway había ayudado a la familia con 11.500$ para facilitar su mudanza a Memphis en aquel verano de 2017 del que ya hemos hablado antes. Se presenta como agravante, además, el hecho de que el entrenador es considerado un “booster” por la propia NCAA, y todo ello va contra las normas éticas de la competición. Wiseman no puede creer que esto le esté pasando a él. En ningún momento ha cometido ninguna irregularidad, su único “pecado” ha sido confiar en la relación que le une con su entrenador y aceptar la ayuda que este le ha estado prestando desde que se conocieron. Y, sin embargo, la sanción recae sobre él… Sus abogados y los del programa se ponen inmediatamente manos a la obra y recurren la sanción, buscando que sea revocada en su totalidad o, en caso de no conseguirlo, al menos que sea aligerada. Hardaway tampoco la acepta de buen grado y declara que el jugador seguirá jugando mientras el proceso siga adelante. Disputará dos partidos más, pero ya nada será igual. Porque la presión es desbordante, porque nadie le había preparado para esto y, psicológicamente, no está dotado con las suficientes herramientas para abstraerse de esta situación y concentrarse en el juego. Y, a pesar de ello, los números de Wiseman en esos partidos vuelven a ser más que notables. Sin embargo, las sensaciones que deja, no lo son tanto.

Porque la cabeza de Wiseman ya no está en la pista. Aunque su relación con el “coach” no se resiente, James se siente impotente. Llora todas las noches debido a una situación que empieza a desbordarle, se siente deprimido, incapaz de controlar la presión mediática que le rodea. Y ve cómo sus opciones de cara al draft empiezan a bajar mucho y teme que todavía decrezcan más si no disputa lo que queda de temporada. En su pensamiento ya empieza a barajar alternativas. Rápidamente, equipos de la liga australiana le ofrecen incorporarse a sus plantillas. También suena la G-League como un posible destino para el center. Son momentos de confusión para todos, pero especialmente para un chaval de apenas 18 años que sueña con triunfar en la NBA en poco más de un año.

Unos días más tarde, la NCAA anuncia la sanción definitiva, bastante más suave que la anterior: 12 partidos de suspensión y la donación de 11.500$ (la misma cantidad con la que Hardaway ayudó a la familia de James a mudarse a Memphis) a causas benéficas. La universidad la recurre también, pero ya se contempla con cierto alivio. De hacerse efectiva no podrán contar con su center titular durante los encuentros del calendario non-conference, pero sí empezaría a jugar tan pronto como se inicie la liga regular de su conferencia, la AAC. Y, por supuesto, el jugador estará a tope en el mes más decisivo de la temporada, marzo, cuando se dispute el campeonato regional y el Madness. Nada que ver con lo que rondaba por la mente de James, quien contempló, con rabia por no poder ayudar a sus compañeros, todos esos partidos. Quien veía cómo alguno de sus compañeros daban un paso adelante y se echaban el equipo a la espalda. Y lo peor, veía cómo ya no era el número 1 indiscutible en los mock draft, sino que otros jugadores como Anthony Edwards o Lamelo Ball, ocupaban esa posición de privilegio.



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En diciembre Wiseman toma una decisión. No volverá a vestir la camiseta de los Tiger de Memphis, abandona la universidad. Es una decisión dura, difícil, porque desde que conoció a su amigo, mentor y entrenador Anfernee Hardaway habían trabajado mucho para construir juntos algo grandioso. Soñaban con proclamarse campeones universitarios, un logro al que tenían que renunciar ahora en aras de una carrera profesional longeva y exitosa. James lo anuncia a través de un post en su cuenta de Instagram. Y desaparece…

Se marcha a Miami, donde junto a su agente y un equipo de entrenadores personales, se dedica a entrenar dos veces para semana, a pulir su técnica, a corregir sus defectos, a ganar musculación. Se aísla de los medios de comunicación para centrarse en su futuro como jugador. Desde entonces, tan solo le hemos podido escuchar en una entrevista, íntima, sincera y desgarradora, para el reputado periodista de ESPN Adrian Wojnarovsky, a principios del mes de marzo. Luego llegó el COVID y confinó al mundo entero. Y apenas hemos tenido noticias de Wiseman, ni siquiera se ha mostrado muy prolífico en sus redes sociales. Porque tras la suspensión de la liga universitaria, que no ha podido disputar sus torneos durante el mes de marzo, con el gran escaparate que ello supone para muchos de los jugadores de cara al draft; con las dudas que hay de que se puedan realizar los tradicionales “workouts”, donde otros tantos se esfuerzan y mejoran sus posibilidades de ser elegidos en una buena posición; cuando las entrevistas que realizan los equipos de la NBA con los chavales no van a ser como en temporadas anteriores… con todas esas circunstancias, la suerte está prácticamente echada para todos. A Wiseman solo le queda esperar, recuperarse psicológicamente de lo que esta temporada ha supuesto para él y prepararse para dar el salto. Quizá no lo haga como número 1, pero él sabe que con sus condiciones será difícil que salga del Top 5. Y cuando sea el momento, saltará a la cancha con su nueva equipación para demostrar a todos que es un jugador diferencial y que la decisión que tomó fue para bien. La decisión de un hombre sabio.

 

* Wise man, en inglés.


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